I

Me duele aceptar que llevo a cuestas muchas cosas sin decir, no laseran demasiado, pero, de cuando en cuando, regresan e incomodan, su único destino es el papel. Escribo porque, aún cuando el papel no cura, aminora el dolor, las palabras no evitan el insomnio, pero permiten que llegue a la mañana. Escribir, aunque sea para uno mismo, es una forma de atemperar el silencio y de impedir que el olvido lo sepulte. No es que yo no entienda la muerte o considere que es un fenómeno inaceptable, la comprendo, es nuestra desde antes de nacer, lo que me sucede y me lastima es que él estuvo mucho tiempo perdido en una oscuridad impenetrable que lo hería, lo desfigurada hasta convertirlo en otra persona, una oscuridad densa que desarma, que hiere, que no permite la luz.